The Smuggler

El Contrabandista

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Una cómoda sala de estar

Muy amable de su parte que me haya venido a visitar.

Oh si, recibo muchas visitas. Algunos son viejos amigos, muchos nuevos amigos y luego ahí está la familia. Sin embargo, nunca había invitado a un periodista.

Bueno, en realidad hasta ahora nunca había sentido la necesidad de contarle a alguien... Más bien, si sentí la necesidad alguna vez, es solo que nunca seguí el impulso.

Ahora, primero lo primero: acordamos anonimato con referencia a mi identidad. Me gustaría saber si pretende cumplir con ese acuerdo.

Excelente. Entonces comencemos... Así es, exactamente... Una historia sobre la guerra.

¿Me pregunta si pelee en Europa o en el Pacífico? .. Mi querido amigo, es usted cortés o inocente; ¿Acaso no reconoce mi acento?

No, no hay problema. Como le dije por teléfono, esta no será una historia normal.

Si, sé que busca historias inusuales sobre la Segunda Guerra Mundial para su pieza panorama.

Aquí está la cosa. No voy a hablar sobre mis camaradas, ni siquiera sobre mi persona.

Si, por supuesto que le puedo contar de mi pasado, y le puedo contar como es que llegue a los lugares en los que termine.

Pero todo eso es charla vacía. Esta es una historia contada tantas veces por tantas voces.

¿Cada voz es una historia distinta, me dice? No trate de alagarme., soy demasiado viejo para eso. Hay muchas historias más importantes que la mía.

Mire, hay historias que no se cuentan. Como por ejemplo: las historias de aquellos que murieron y de quienes sus familias enteras fueron liquidadas junto con ellos.

Cuando murieron, no quedo nadie para llorar su muerte, o para recordar. Tan solo quedaron los asesinos.

Se mira incómodo. ¿Esto no es lo que esperaba, verdad? Puede sentirse libre de irse en cualquier momento. ¿Prefiere quedarse? Se lo recomiendo.

Estuve pensando. Cuando muera, la gente me llorara. Me enterraran en una linda ceremonia Católica. Guardaran algunas fotos en los viejos álbumes.

Es bueno, de verdad.

Aquellos a quienes mate no tuvieron ese lujo. La mayoría lo merecía mucho más que yo. Permítame contarle de ellos.

Varsovia

Yo había estado estacionado en Varsovia durante más de una año cuando empezó todo. Durante ese tiempo hice principalmente tareas serviles: guardia, acciones, ese tipo de cosas.

En ocasiones, nosotros.. mis camaradas y yo, éramos enviados a las alcantarillas para detener contrabandistas.

El trabajo en las alcantarillas era asqueroso. El hedor a excremento se negaba a desaparecer de nuestros uniformes aun horas después.

No es que el trabajo fuera en vano. Les disparamos a varios contrabandistas en nuestro tiempo. Tan sólo uno o dos encontramos que portaran armas.

En ese entonces ya estábamos consientes de la posibilidad de que pusieran resistencia. La gente se estaba muriendo de hambre después de todo.

En ese punto, sin embargo, sólo nos enfrentábamos a la amenaza de focos aislados de resistencia. Las deportaciones aún no habían comenzado.

¿A donde? ¿Mi buen hombre, que acaso no está al tanto de su historia? A Treblinka, claro. ¿Me dice que no ha escuchado de este campo en particular? Que desilusión.

Si, si.. por supuesto que sabe sobre Auschwitz. Todo mundo sabe sobre Auschwitz.

¿Te has preguntado alguna vez por qué? La razón es porque así de horrible como fue, algunas personas sobrevivieron Auschwitz. Deben de haber miles que salieron vivos.

Me imagino que el número de Treblinka se encuentra en las docenas, y solo porque esos judíos se rebelaron.

Todos murieron en Treblinka. Al menos casi todo el mundo. Una vez entrando o cayendo de ese tren, no tenían ninguna oportunidad de salir con vida. Eso es lo que esperaba a estas personas.

Como le había comentado, las deportaciones aún no habían comenzado. Nosotros, mis camaradas y yo; teníamos las manos llenas combatiendo contrabandistas.

Muchos de los contrabandistas eran niños; niños y niñas pequeños. Algunos no mayores de cuatro años. Ellos acarreaban paquetes de bienes que pesaban más que ellos mismos.

El contrabando era su única oportunidad de sobrevivir, ya que a pesar de la falta de deportaciones, los habitantes del gueto eran mantenidos en un estado permanente de hambre.

Estos contrabandistas eran rápidos y astutos. Y valientes, a su manera.

Había uno en particular al cual no puedo olvidar; y me gustaría contarte de ella.

Ella debe de haber tenido nueve o diez años. Delgada, como los demás, con cabello claro y ojos obscuros.

La vi varias veces mientras patrullaba el gueto, vistiendo un abrigo verde que prácticamente resplandecía en la suciedad gris del lugar.

Lo que me sorprendía de nuevo cada vez que la veía, era el hecho de que pareciera siempre un poco mejor alimentada que el resto de los niños.

Ella era delgada, el resto esquelético. Algunos se colapsaban muertos en las calles. Sería obvio a cualquiera que ella era contrabandista.

Yo la pare en una ocasión cargando un gran paquete en su espalda. Y en plena luz del día, no menos. No había descanso para los contrabandistas.

Bien, el ver personas con paquetes no era extraño en el gueto. De hecho, veíamos las cosas más extrañas.

Le podría elaborar, pero me estaría distrayendo en una historia completamente distinta. Entonces la detuve, y la interrogue.

"¿Que llevas ahí?", Le pregunté. "Ropa", me contesto sin ni siquiera parpadear.

Mirando su rostro inocente, no podrías haber imaginado que mentía.

El hecho es que la había cachado cerca de una entrada sospechosa a esas alcantarillas, y en las cuales niños eran utilizados comúnmente para contrabandear.

Me imagino que los judíos se habían figurado que no les dispararíamos a niños. Estaban equivocados, y por supuesto que se los probamos rápidamente.

Oh, la mirada en su rostro. Si, les disparamos a los niños también. Fue más adelante que los gaseamos. Así es como las cosas eran hechas entonces. ¿Que si no me arrepiento, pregunta? No.

Permitirme explicarle: todas estas cosas fueron hechas por otro yo, en otro tiempo, en circunstancias completamente distintas.

Si se me ofreciera la oportunidad de dispararle a un niño ahora, por supuesto que no lo haría. De hecho detendría a cualquiera que quisiera intentarlo.

Pero entonces, las cosas eran distintas. Teníamos nuestra: "Weltanschauung" (nuestra visión del mundo) y también teníamos órdenes.

Entonces, cumplí mi deber como soldado Alemán y arranque el paquete de sus hombros. No tuve siquiera oportunidad de mirar su contenido.

Ya se encontraba huyendo por la calle, y ese cabello rubio volando tras ella.

Yo levante mi pistola, apunte, y dispare. Mis disparos fallaron terriblemente. La chica era muy inteligente. No corrió en línea recta.

Dentro del paquete encontramos unos cuantos kilos de pan y varias salchichas. No mucho para arriesgar tu vida. Solo que para estas personas, los contenidos del paquete eran un cambio de vida.

Su rostro lo dice todo. Piensa que soy un monstruo, a lo mejor en tiempos pasados. Como es que pude dispararle a una pequeña niña.

Si bien, tenía veintitrés años entonces. Había crecido dentro de un Socialismo Nacional y lo había aceptado como parte de mi persona, incluido el dogma racial.

Los judíos, para todos nosotros en Varsovia, eran una peste que tenía que ser destruida. Un cáncer que corrompía al "Reich" desde adentro, si mejor le parece.

La chica era aún una niña, seguro, pero los niños crecen a adultos si se les permite, y estos adultos engendran más niños o se vuelven saboteadores, partisanos o algo similar. Eso es lo que creíamos.

Un par de semanas después, era el verano de 1942, y empezamos las deportaciones. Restablecimiento, les dijimos y por un tiempo, nos creyeron.

Los judíos venían al: "Umschalagplatz" donde los trenes aguardaban para llevarlos a Treblinka y sus hambrientas cámaras de gas.

Caminaban en una columna larga, un mar de gris exhausto, desgastado con fatiga, hambre y los paquetes que llevaban.

En esa masa gris, un abrigo verde llamo mi atención. Ella caminaba con un grupo de niños, huérfanos probablemente, completando la escena alrededor de ella en silencio.

Si hubiera tan solo pasado junto a mí, si hubiera tan solo esperado en el "Unschlagplats" y abordado el tren, me hubiera olvidado de ella para el final de la guerra.

Ella habría muerto como el resto de ellos, en una desnuda agonía. En su lugar, se las arregló para retrasar lo inevitable tan solo un poco más.

Incluso cuando la columna se movía, yo la veía dirigirse lentamente hacia su borde. Ahora a diez metros de distancia, ahora a cinco metros de distancia.

De cerca, pude notar lo sucio que se encontraba su abrigo. En realidad solo parecía resplandecer por toda la mugre gris que nos rodeaba.

Y así de repente, me encontré distraído observando su abrigo, ella se separó de las filas de los condenados e hizo una carrera loca hacía la puerta abierta de un edificio abandonado.

Y no lo dudé. Saqué mi pistola y la comencé a cazar, disparando dos veces en lo que corría tras ella.

Dos de mis camaradas se me unieron. Subimos corriendo las escaleras de la vieja casona, gris en gris, sin color, solo suciedad y polvo.

Sabía que debía atraparla para poderle disparar. Era solo que era demasiado ágil, para poder dispararle mientras huía.

Seguimos el sonido de sus apresurados pasos, más y más arriba. Nuestras piernas eran más largas y mejor alimentadas. Nosotros éramos más rápidos.

En el segundo rellano, la vi de nuevo y tontamente dispare. Fallé. Y ella se metió dentro de una habitación.

Los tres la seguimos y nos detuvimos por un minuto al entrar a la habitación. En la parte posterior de la pared había un agujero, del tamaño en el que un niño podría pasar fácilmente.

De hecho, un niño bien alimentado probablemente no la habría hecho. Nosotros definitivamente no teníamos oportunidad.

Mirando a través del agujero, vi la azotea de los edificios anexos al otro lado. Ningún abrigo verde, ningún cabello rubio. Habíamos perdido a la pequeña contrabandista.

Lo veo sonreír. Ya veo. La idea de que la pequeña judía escapara de los grandes malos alemanes le agrada.

Así entonces usted está aquí para un convite. Y ni siquiera eh llegado a la mejor parte.

El levantamiento

Las deportaciones continuaron. Pienso que muchas personas vacilaban de partir hacia lo desconocido, pero aun así concluían que cualquier cosa era mejor que el gueto.

Está de más comentar que había suficientes rumores repugnantes circulando. A veces, tuvimos que sacar a la gente de los bunkers a punta de pistola.

Utilizamos todos los métodos a nuestra disposición. Fuerza bruta teníamos suficiente. Los engaños, sin embrago, era mucho más eficientes.

A la gente se le ofrecía pan. Pan para cualquiera que se presentara al "Umschlagplatz", empacado y listo.

Deportamos quince mil personas en un solo día utilizando ese ardid. Dos transportes al día no podían manejar a todos.

Por desgracia, la pequeña traficante con el abrigo verde no estaba entre ellos. Nada sorprendente considerando.

¿Considerando qué, me pregunta? Ya llegare a ello, todo a su tiempo.

Para el momento del "Großaktion" (la gran acción) había terminado, ya habíamos liquidado a 250,000 personas.

¿En serio? ¿Me pregunta que paso con ellos, que acaso no me ha escuchado? Fueron asesinados, por supuesto. Cada uno de ellos.

Está bien, quizá un puñado logro sobrevivir. Pero la mayoría se convirtió en cenizas.

A finales de Septiembre, llenamos los últimos trenes. Ya para este punto los judíos comenzaban a inquietarse. Muchos de ellos se escondieron en bunkers que ellos mismos habían cavado.

Aquellos bunkers eran una espina en nuestros ojos. Atrasaban nuestro trabajo considerablemente. Un cambio se había venido sobre los judíos. Habían estado casi pasivos hasta entonces.

Por supuesto, que aún había contrabando, que en su defecto era un mínimo acto de resistencia. Realmente nunca sufrimos demasiado por eso. ¿Que nos importaba si los judíos morían un poco más lento?

De cualquier manera, los judíos sabían lo que les esperaba, y que su resistencia era fútil.

Algunas personas se habrían resignado a su destino. Estoy seguro que muchos lo hicieron. Otros intentaron escapar escondiendo en esos patéticos búnkers.

Muy pocos lo lograron. Pero al menos lo intentaron, supongo.

Y luego había esos que coleccionaban y manufacturaban armas. Y que creaban búnkers, no como escondite más bien como trincheras.

Sabían que morirían y se figuraron: ¿el por qué caer en silencio?

Era su forma de enviar un mensaje. O de dejar una marca. Un tipo de protesta, podríamos decir. Y quizá un tanto de desesperación.

Las primeras peleas erupcionaron en Enero. Habíamos decidido comenzar una segunda ronda de deportaciones.

Me encontraba supervisando la evacuación de un búnker. Veintisiete personas se ocultaban dentro, la tercera parte niños.

Los guiábamos de la casa, mis cuatro camaradas y yo. Y yo tenía mi ojo puesto en dos hombres jóvenes, los únicos jóvenes del grupo.

Esos eran de los que debíamos de cuidar.¿Entiende? Frecuentemente no tenían familia propia, y no tenían lazos con sus padres de la forma que tienen los niños.

Podíamos contar en que en cualquier momento intentarían escapar.

Ninguno de los dos intento huir, Pastoreamos el grupo hacia la calle y comenzamos a caminar hacia el punto de acopio.

Había casas desmoronadas hacia la calle de ambos lados; así que caminábamos por el centro.

Dos de mis camaradas bromeaban sobre algo irrelevante, lo cual me irritaba. Estábamos trabajando. Uno podría esperar cierto nivel de vigilancia,

Por fortuna, yo si estaba vigilante. Cuando escuche el estallido de una pistola disparando. Me agaché mientras uno de los bromistas caía muerto.

Hubo un momento de pánico en el que todos sacamos nuestras armas y lo judíos se atornillaban. Johann y Fritz corrieron tras ellos disparando, los tontos.

Los otros y yo, ya nos habíamos presionado hacia los muros desmoronados de una de las casas. Mientras más tiros fueron disparados.

Una bala se había incrustado en el brazo de Fritz. Al fin, él y Johann se nos unieron. Sabíamos que el tirador se encontraba sobre nosotros.

No sabíamos si era un hombre con un cóctel Molotov en la casa del otro lado de la calle.

Voló sobre los adoquines en un arco grande y se hizo añicos a nuestros pies. Johann y yo, logramos brincar hacia el lado al último momento.

Fritz y el otro chico, un chico rubio de Viena no corrieron con tanta suerte. Sus uniformes se incendiaron, envolviéndose con dulce olor enfermizo a carne quemada.

Corrí apresuradamente, pensando que el lugar más seguro sería dentro de una casa. No podría haber muchos atacantes, y yo tendría una ventaja significativa en un lugar cerrado.

Hice mi mejor esfuerzo para mantener mis pasos lo más ligeros posible mientras ascendía al tercer piso, donde estaba seguro que encontraría a mi coctelero.

El rápido fuego del arma de Johann enmascaraba perfectamente cualquier ruido que pude haber hecho.

No te sorprenderá el escuchar que aquel que nos aventó el cóctel era un hombre joven, quizá un adolescente.

Se encontraba sentado con su espalda hacia la puerta, listo para aventar el próximo cóctel por la ventana.

Le pegué con media docena de balas en la espalda; el cóctel se hizo añicos en el suelo, inofensivo. El chico seguía con vida cuando lo alcance, gorgoteaba débilmente.

Estaba a punto de aplicar el tiro de gracia cuando un suave golpeteo de pisadas me hizo volver justo a tiempo para ver la parte trasera de aquel abrigo verde desapareciendo por la puerta.

Ella se había estado escondiendo en la parte trasera de la habitación, llenando las botellas por él. Había una caja, y unas cuantas botellas vacías.

La falta del bidón de gasolina no me molestó sin duda la habría llevado con ella. Y yo la había perdido de nuevo.

Tan solo pensar en lo que pudo haber ocurrido de haber estado ella armada me dio escalofríos por mi columna vertebral.

Su expresión sugiere que habría preferido otra versión de los hechos; que ella me disparaba mientras me escabullía en aquella habitación.

No, no lo niegue. Ambos somos adultos maduros.

Por supuesto, que el ataque fue un incidente aislado. Aun así, las cosas no se calentaron hasta Abril.

Entramos al Gueto con fuerza. Los historiadores cuentan que éramos un poco más de 2000. Pero para mí, pareciera que me encontraba marchando entre una armada completa.

Nuestras armas eran superiores, y estábamos entrenados como soldados, pero ellos tenían un mejor conocimiento del Gueto.

Y, debo añadir, que estaban motivados por mucho más que un mero sentido del deber.

Sus esfuerzos eran encomiables. Dos de nuestros autos fueron destruidos por las bombas de gasolina en el primer día, volando en pedazos los conductores y todo.

Un poco más tarde, dos chicos levantaron las banderas de Polonia y de la resistencia sobre la Plaza Muranowski. Nos tomaría días poder bajar esas malditas banderas.

Hubo una pérdida de nuestra parte que se ha mantenido imprimida en mi memoria. Un oficial, del cual olvidé su nombre, sostenía una granada. .

Porque su intención era lanzarla. No, no tengo idea. A los edificios de donde disparaban, o quizá a sus barricadas. No tiene importancia, la granada nunca abandono su mano.

Una bala perdida cayó en la granada. Y esta explotó en la mano del oficial, lanzando pedacitos de él por todas partes. La parte izquierda de mi uniforme, también se encontraba cubierto por varias partes de lo que había quedado de él.

En este punto, debo admitir, que estaba en estado de shock. Había sangre y materia no identificable sobre mí

Gente se encontraba disparando de todas direcciones. Pero el sonido de la explosión continuaba sonando en mis oídos.

Y entre todo, la vi. La pequeña contrabandista con el abrigo verde.

No la reconocí al principio. Solo el forro de su abrigo continuaba verde el resto se encontraba escondido bajo una capa gris de tierra y mugre.

Se había deslizado por detrás de una de las barricadas, y mientras la observaba se agachaba para levantar el arma de un oficial caído.

Apuntó, y disparó. El retroceso fue demasiado para ella, el arma salto de sus manos. Me gustaría imaginar su rostro enrojecido por eso.

Levanto el arma de nuevo. Pienso que se lo quería llevar alguien que si sabía cómo usarlo.

Fue en ese momento que mi dedo comenzó a presionar el gatillo. Mi arma ducho la barricada con un mar de rabia en plomo.

Cuando por fin pude recuperar mi auto control, y el ruido había amainado; y no la podía encontrar.

Por Dios, no. Así no es como murió.

Sabía que esta niña no era solo una contrabandista. Ella era miembro de la resistencia. Ella habría sabido que los rumores eran ciertos por el tiempo que duraron.

Un par de minutos después, un par de ojos se asomaron tímidamente sobre la barricada, y el una vez abrigo verde se perdió dentro de la casa.

La lucha continuó: le disparé a hombres y a las mujeres también. y de vez en cuando pensaba que la había visto en algún lugar.

Fuego

Se puso mejor una vez que comenzamos a utilizar fuego. Quemamos edificios donde estaban escondido; y volamos sus sótanos y bunkers, incluso las alcantarillas.

Si quiere números, es estimado que tantos murieron por fuego como por balas.

Pero muchos más fueron enviados a Treblinka. Con suerte para ella, la pequeña contrabandista jamás tuvo que tomar tan horrible viaje.

Aun siendo mi deber el subirla a ese tren, o por lo menos poner una bala en ella, ella en repetidas ocasiones evadió esa suerte.

?Como murió, me pregunta?

No lo sé. Quizá este aún viva en algún lugar; vieja y lenta como yo. !Ha! No, no es cierto, bromeo. La chica no sobrevivió. Realmente no le dimos oportunidad.

Tranquilo, tranquilo. Usted sí que no tiene pero nada de sentido del humor.

Al final fui yo quien la mató. No de la manera de nuestros planes originales, pero al final todo salió de un modo u otro.

A los diez días, su resistencia organizada se desmorono. Utilizamos perros para rastrear los bunkers. Y bombas de humo y dinamita sacaron a los judíos a la calle.

Cada casa fue reducida a cenizas. Solo quedaron muros solitarios, con ventanas vacías mirando tristemente a las calles muertas.

En algunas ruinas encontramos bunkers con cuerpos. Muertos por inhalar humo, por fuego, por cualquier cosa en realidad. Durante uno de nuestros últimos viajes al Gueto, la vi de nuevo.

No la reconocí al principio, su abrigo se encontraba tan cubierto de hollín que ni una pizca de color se podía apreciar.

Mi perro tiro de su correa. Olió su cara gris, y dio un paso torpemente sobre su cuerpo. Con su pata abrió su abrigo.

El interior era aún un verde claro.

Lo veo confundido. ?Por qué estaba ella dentro de aquel búnker, pregunta?

No lo sé a ciencia cierta. Sin embargo, la resistencia se vino abajo y la mayoría de esas personas se escondieron.

Ella debió de haber bajado con otros miembros de la resistencia, o quizá amigos. Dudo que quisiera.

Estoy seguro de que ella hubiera preferido morir luchando que escondida. ?Usted cree que hubiera preferido vivir? Si, seguramente. Pero en ocasiones eso no es posible.

Desconozco su nombre, ni siquiera sé su edad. Pero la verdad es que nunca pensé mucho en ella en aquel entonces.

Ella sólo entraba en mi mente cuando se encontraba en mi vista. Pronto me olvidaba de ella, y la recordaba una vez más al volverla a ver.

Había muchos como ella, a quienes recuerdo ahora. A algunos solo los vi una o dos veces. Uno o dos sobrevivieron.

Desde entonces han contado sus historias. Pero nadie va a contar su historia. Ni siquiera yo ya que sé tan poco.

?Me pregunta que quien incendio esa casa? Yo. Yo lo hice junto con mis camaradas. Bajo órdenes, por supuesto.

Si, lo sé. Es una historia interesante, pero sin nombre. Y con mi testimonio tan poco confiable.. No hace una buena historia.

Y luego, por supuesto, están los espacios en blanco, y de mí. Que buena historia podría haber sido, si tan solo la pudiera narrar ella.

Por favor, no se excuse.. Yo entiendo que el problema mas grande es mi narración. Nadie quiere publicar la historia de parte del culpable.

No se altere. Está todo bien. Lo perdono